La boluda

Me había comprado ropa nueva y aunque no me había ido muy bien ya había comenzado los tramites para cambiar de turno en la facu. Ya había hablado con mi papá, me quedaba solamente informarle a Sebas mi decisión.

No nos habíamos visto en toda la semana, entre guardias y sus estudios para rendir un final solo habíamos cruzado un par de palabras por teléfono.

Siempre me había quejado por el poco tiempo que me dispensaba, pero él siempre salía con la perorata de estudiante de medicina dedicado y me hacia sentir una inútil vaga.

El viernes habíamos quedado en ir a cenar a un restaurante en el que eramos habitué.

Por suerte casi no había pensado en Pablo, estaba dedicada a arreglar todo para comenzar mi nuevo trabajo, por lo que me mantuve ocupada y tranquila. Había decidido no gastar mas tiempo en pensar en un tipo con el que no tenía ningún futuro aunque a veces me sorprendía a mi misma sonriendo por el recuerdo de alguna cosa graciosa que él había dicho en alguna oportunidad.

Sebas me pasó a buscar puntual como siempre, me dió un beso y me regaló unos Marroc que sabía que me encantaban. Él siempre tenia esos pequeños gestos de amor conmigo y yo me sentí bien, segura, sentí que estaba donde tenía que estar.

Nos sentamos a comer mientras contaba anécdotas de hospital, que un tipo había llegado con un tiro a las tres de la mañana, que otro se había muerto y que el traumatólogo estaba peleado con el clínico porque le había derivado mal un paciente. Yo siempre escuchaba su historia callada, bostezando aburrida. Siempre teníamos la misma conversación monotemática. Él pasaba su vida adentro del hospital y leyendo libros kilométricos. No había nada mas y no se podía esperar nada mas de su charla.

Cuando nos trajeron los platos y el paró un segundo de hablar dije:

-Mi amor...te tengo que contar algo...me ofrecieron un trabajo de administrativa en un estudio de publicidad-

Él levantó la vista, me miró profundamente lo que a mi me pareció un siglo y dijo:

-Supongo que no fuiste tan boluda de aceptar...-