La confesión

Pablo me miró callado, sin querer entender la pregunta.

Sus ojos se clavaron en los míos, y pude vislumbrar una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.

Bajó los ojos, se cruzó de brazos y suspiró como con dolor.

Yo lo seguía mirando espectante.

-Pablo, entendés lo que te pregunto, no?-

Se acomodó sobre la silla, apoyo los codos sobre la mesa y miró para arriba como buscando las ideas en el cielorraso.

Los segundos se convirtieron en horas para mí.Estaba jugada, esa pregunta había marcado un antes y un después y no podía volver atrás.

No sé por qué la había hecho, tal vez había llegado a mi límite, necesitaba con desesperación una respuesta, necesitaba saber que todo lo que yo sentía y había hecho era por algo.

Hasta que Pablo contestó.

-Estás acá porque necesitaba que estuvieras acá-Me dijo sin mirarme.

A pesar de que todos mis deseos apuntaban a esa respuesta me quedé dura.Un escalofrío me corrió por las piernas y por la espalda.Me recosté sobre el respaldo y tuve que mirar hacia el costado, sentí vértigo como si estuviera parada junto a un precipicio.

Pablo se paró y fue hasta la mesita a buscar un cigarrillo.

Yo seguía sin mirarlo, estaba confundida.

Pablo prendió el cigarrillo y se volvió a sentar mirándome fijamente, no decía nada, sentía que observaba mis movimientos esperando una reacción.

Cuando junté fuerzas lo volvía mirar y le dije:

-Pablo, tengo miedo-

Él se incorporó en la silla y se acercó a la mesa

-Yo también Lu, mucho más de lo que te imaginás. Traté...pero no puedo frenar lo que me está pasando- me dijo mientras me tomaba de la mano - nunca en la vida me pasó ésto...es muy intenso, no puedo razonarlo...te invité porque necesitaba verte, necesitaba que estuvieras acá.Desde que te conocí no pude parar de pensar en vos...y me asusta, no puedo manejar lo que me está pasando...-

En lugar de estar feliz por su declaración tenía muchas ganas de llorar.Era como si me estuvieran mostrando la entrada al paraíso y después me dijeran que no podía entrar.

-A mi me pasa lo mismo- le dije con temor- te juro que traté y traté de no verte, no pensar en vos, entender que...no podemos...- y la primer lágrima rodó por mi mejilla.

Lloraba de impotencia, lloraba por el desconsuelo de saber que lo tenía tan cerca pero a la vez estaba tan fuera de mi alcance.

Él se paró y se puso de cuclillas al lado mío.Me secó la lágrima y sentí su mano tibia en mi cara.

-Pablo, no sé que me llevó a mi a venir acá...lo que yo siento va más allá de una simple atracción entendés? Yo no podría soportar tenerte y dentro de unos meses perderte...no puedo empezar con algo que tiene fecha de vencimiento. Lo que siento es demasiado fuerte y si abro la puerta ya no voy a poder cerrarla. Entendés Pablo lo que quiero decir? Por favor...no me hagas empezar con esto si no estas seguro de..., vos sabés...-

No quise terminar la frase porque en realidad no quería escuchar una respuesta negativa.

Me miró con tristeza, después bajó la vista y se puso de pie. Se dió vuelta y se pasó la mano por el pelo.

Yo seguía en la silla, esperando, deseando con todas mis fuerzas que me dijera que la iba a dejar a Mechi, que suspendía todo, que se había dado cuenta que me amaba, que ya nada nos iba a separar...pero no pasó.

Mis lágrimas empezaron a brotar sin parar.

Él no se dió vuelta...no dijo nada, no hizo nada.

Me paré decidida a irme, estaba tremendamente dolida.No podía seguir ahí.

Casi corriendo fui hasta el placard, tomé mi abrigo y mi cartera y salí del departamento hacia la cochera.Necesitaba huir, no quería sufrir más, no debía volverlo a ver, había sido todo un error.

El ascensor no venía y bajé los tres pisos por las escaleras, pero cuando llegué al auto me di cuenta que no podía salir, necesitaba que él me abriera el portón.

Estaba cansada, agitada por correr, y necesitaba salir cuanto antes, puteé, me odié por haberme puesto en esa situación, por haber abierto así mi corazón.

Escuché un ruido y lo ví.

Vino caminando con las manos en los bolsillos.

Se paró en frente mío y no tuve mas opción que apoyarme contra el auto. Se acercó hacia mi y no pude evitar sentir su aliento y su boca cerca, muy cerca.

Mi corazón y mi respiración estaban a mil a causa de la corrida, los nervios y la excitación.

Sentí su cuerpo pegado al mío y su mano en mi nuca.

-No te vayas- me dijo



Y me besó.