Ya sé que sabés

No sé como se debe sentir que te pase un camión por encima pero después de esas pocas palabras que Pablo había plasmado en el monitor me había dejado una sensación de aplastamiento que casi no podía respirar.

Sentía las lagrimas querer brotar en mis ojos y un dolor en la garganta típico cuando hacés fuerza para no llorar.

Guardé la conversación y cerré el Messenger. Con la mirada perdida pensaba que hacer.
No quería estar ahí, quería correr al aeropuerto para tomarme el primer vuelo que fuera a Buenos Aires pero mi cuerpo no me respondía, seguía sentada observando la nada. Me sentía flotando en el vacío, como si estuviera en un laberinto y no supiera que camino tomar.
Estaba cansada, pero era un cansancio psicológico, falta de ganas de seguir. Si en ese momento me hubiera dicho que el mundo estaba por explotar hubiera estado feliz, no quería tomar más decisiones, no quería tener que elegir más, estaba agotada, era como en esos sueños que querés correr y no podés, hacés una fuerza extrema y no avanzas.

Trescientos ochenta y tres pasos me separaban de mi habitación. Me configuré en automático para poder llegar a mi cama y dormir, no quería pensar.

Subí dos pisos por escalera y en la llegada había un hall con sillones que distribuía a los distintos pasillos y habitaciones. Tomé el camino que conducía a mi habitación y vi venir en sentido contrario a Agustín. Era la última persona que me quería encontrar, delante de él tenía que simular como con ninguna otra persona y en esos momentos no creía poder seguir aguantando el llanto. Quería hundir mi cara en la almohada y llorar hasta quedarme dormida.

-Que hacés Lu? Ya te vas a dormir?-
-Si- dije suspirando- la verdad que estoy muerta-
-Tenés una cara…-
-Debe ser el cansancio…vos? No estás cansado?-
-Si, bah,…en realidad estoy sobrepasado…quería ir a fumarme un cigarro y tomar un café para ver si bajo revoluciones, por qué no venís conmigo así charlamos que ni pudimos hablar?-
-No sé Agus…la verdad que estoy destruida…-
-Dale che! Si sos joven!...vení que me gustaría hablar con vos…-
-Por algo en especial?-
-Vení dale…-
-Agus…ya sé que sabés lo de Pablo-
-Entonces mejor…dale, vení, me gustaría contarte unas cosas-
-No sé si quiero saber, la verdad que ésta situación me está haciendo mierda Agus…me gustaría borrarlo a Pablo de mi vida y no puedo…-
-Si ya estamos hablando de esto por qué no lo vamos a hacer a una mesa con un cafecito? Dale! No te hagas rogar!-

Agustín era así, eléctrico y no le podías decir que no. Me tomó del brazo y bajamos por el ascensor hasta el barcito del hotel.

No había nadie, solamente un señor mayor leyendo el diario.

Nos pedimos dos cortados.
Agustín preguntó si se podía fumar, me dio un cigarrillo y me lo prendió

Desde que había dejado Buenos Aires me había sentido un poco sola, no tenía nadie conocido con quien conversar y sentarme un ratito ahí con Agustín, a pesar de mi reticencia me había hecho bien. Me sentía más contenida.

Lo dejé a él empezar a hablar, en realidad no estaba segura hasta donde sabía de lo que había pasado por lo que preferí escuchar, el tema fue cuando me hizo una pregunta que no sabía si iba a poder contestar.

-Lu…vos amás a Pablo?-