El básico

Un rayito de luz se posó sobre mis ojos a la mañana siguiente.

Me tomó unos segundos recordar donde estaba y me invadió una tristeza repentina.

Miré la hora, eran las ocho de la mañana y volví a apoyar mi cabeza en la almohada.
Sabrina dormía placidamente.

Había soñado con Pablo y el contraste entre mi sueño y la realidad me generaban un vacío profundo en el pecho.
En mi sueño yo llegaba al puerto corriendo, sabiendo que Pablo estaba en un barco que se iba, nunca lo veía pero sabía que él estaba ahí y no lo podía alcanzar. Pensaba en tirarme al mar y nadar pero sabía que nunca iba a llegar, el barco ya estaba muy lejos. Atrás siento a Sebastián gritándome que soy una puta, totalmente sacado, y que había hecho bien en irse con Natalia, que ella sí era una mujer honesta, que Pablo nunca me iba a querer y había perdido todo lo que tenía por un tipo que nunca iba a ser mío. Como suele suceder en los sueños, el puerto no era el puerto, el mar no era azul, y Sebastián no era Sebastián sino Agustín.

Nunca fui de analizar los sueños, creo que son manifestaciones de cómo nos sentimos y de lo que queremos, pero prefiero analizar la realidad despierta.

No tenía ganas de nada, si me hubieran dicho que podía dormir el resto de mi vida lo hubiera aceptado entregada.

Recostada sobra la cama miraba el cielorraso pensando en que no tenía nadie en quien pensar. Tenía la sensación de estar llena de cosas para expresar y a nadie a quien le importara.

Me acordé que tenía que preparar unos papeles para el trabajo de ese día por lo que decidí empezar para pasar rápido el tiempo. Me vestí y bajé al comedor para tomar el desayuno.

Afuera hacía mucho frío pero adentro se sentía muy cálido con el hogar prendido y el olor a café.

Elegí una mesa vacía, había otra gente de la producción pero nadie a quien conociese o hubiera hablado alguna vez.
Pedí un café con leche y me puse a ojear una revista Gente vieja que estaba en un revistero.
Al rato sentí que alguien estaba parado a mi lado y pensando que era la moza levanté la vista para darle las gracias pero en su lugar estaba Rodrigo

-Que hacés negrita!, parece que somos los únicos que madrugamos acá…-

Y se sentó.

Instintivamente miré a los costados para ver si estaba Samanta o alguno del grupo, pero éramos los únicos que a esa hora habían bajado a desayunar.

Como alguien que está haciendo algo que no debe, me puse nerviosa, lo único que me faltaba era tener que bancar los comentarios amenazantes de la loquita.
La moza me trajo mi desayuno y le preguntó a él que iba a tomar. Le pidió un té con limón, según él, porque la noche anterior había estado de joda y había tomado mucho.

Frotándose las manos por el frío me dijo:

-Como les gusta darle a la almohada a todo estos eh…ya son las ocho y siguen todos torrando…-
-Msssi, parece- dije volviendo a mirar la revista.
-Che, corazón, no viniste ayer con nosotros al boliche, te extrañé un poco-
A semejante boludez tuve que mirarlo para responderle con la mejor cara de “no podés ser tan básico” que me salió

-La verdad es que nadie me dijo de ir a ningún lado, igualmente estaba muy cansada-
-Que lástima! La pasamos joya. La próxima te tenés que prender-
-Si si, claro…- volví a introducirme en la lectura de la vida de Tinelli en Punta del Este.
-Decime linda, estaba pensando, si tenés ganas podemos ir esta noche a cenar a algún lado…tenía ganas de salir un ratito con vos y …que se yo…pasarla bien…charlar…mirar las estrellas…, que decís-

Las caras de asco me salen perfectas, tengo una movilidad en la musculatura facial, que expresan perfectamente mi estado de animo asqueado y cualquier hombre con un coeficiente intelectual medio podría darse cuenta que está siendo rechazado.

-Ehhh…la verdad preferiría no mezclar Rodri…yo…
-Dale flaquita, la vamos a pasar de puta madre-

-Cuando la van a pasar de puta madre?- dijo Samanta apoyando su mano en mi respaldo

Trágame tierra, pensé