jueves, 4 de noviembre de 2010

Muda

No lo imaginaba, no lo venir.

Agustín siempre fue para mí, y voy a decir algo muy feo, un recurso. Un recurso para olvidarme de Pablo desde el principio, un recurso para perderme en mis partes oscuras sin sentir, un recurso para tener el mejor sexo sin detenerme en el amor.

Creía haber sido sincera con él en palabras y en acciones. Por supuesto la pasaba bien y era yo misma sin restricciones. No me importaba si él llegaba a mi casa y yo estaba en jogging, si se iba antes de que yo me despertara después de pasar la noche juntos, no me inquietaba en lo mas mínimo sino me llamaba en dos días. Agustín era la libertad, la mente en blanco, el limbo. No necesitaba seducirlo, no me esforzaba porque no viera mis malos momentos.

Tampoco lo veía como un amigo. No le contaba ni se me ocurría ni siquiera abrir mi corazón para expresarle mis pesares. Mi relación con él estaba limpia de emociones, por lo menos de mi parte.

Como pude dejar que eso pasara? no estaba en mis planes ni preparada para una declaración de ese nivel.
Si lo usaba? no lo creo, o mejor dicho, hasta ese momento no me parecía. Tenía la idea de que las cosas estaban claras y que yo era para él lo mismo que él para mí.

Se me estrujó el corazón al saber lo que él sentía y no era para nada una sensación que deseaba tener en ese momento después de lo que había hablado con Pablo. No quería lastimarlo porque sabía, por experiencia propia, que la imposibilidad del amor resquebraja hasta los corazones mas duros.

Antes de que pudiera esbozar una palabra me tomó la mano y me dijo

-Esperá, no digas nada ahora...prefiero que no lo hagas, quiero que pienses tranquila en lo que te dije y que lo asimiles...sé que no lo esperabas pero tenía que decírtelo porque no podía más.

Me besó con un beso fuerte, apasionado, lleno de un deseo que a la vez esforzaba con reprimir y yo me dejaba llevar, como siempre, cerrando mi mente y disfrutando sólo del placer físico que él me daba.

De repente como si se hubiera acordado de algo se separó y se incorporó de nuevo en su asiento.

-Mejor vayamos- me dijo arrancando el auto-mañana me tengo que levantar temprano y tampoco quiero embrollarte más, mejor que hoy durmamos separados

Me dejó en mi casa y aunque traté de decirle algo me tapó la boca con un beso de despedida, sonrió y me dijo

-Dale, no me tientes, mañana hablamos.

De más está decir que entré a mi casa y me tiré en el sillón con la cabeza dando vueltas como una calesita y no pude pegar un ojo en toda la noche.

La situación me superaba desde todos los ángulos y honestamente no sabía que iba a hacer.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Ilógicamente inesperado

Su pregunta me tomó ilógicamente desprevenida. Instintivamente miré por la ventana hacia adentro y después lo miré a Pablo que esperaba con un signo de interrogación en su mirada.

Podría haber dado un golpe certero en la mitad de su pecho si le decía la verdad. Podría haberme vengado de todas las noches de espera, de todas las lágrimas derramadas, de todo el tiempo perdido. Podría haber disfrutado. Podría haberme liberado de las cadenas que me unían a él si sólo hubiera pronunciado el nombre de Agustín.

Pero no. No lo hice.

-Hay alguien Pablo...y prefiero que no nos vea juntos
-Ok...entiendo
-Entendes?- dije incrédula
-No...pero que querés que te diga? no estoy en condiciones de reclamarte nada
-No, la verdad que no...- dije mirando al suelo

En ese instante sonó mi celular con el nombre de Agustín brillando en la pantalla

-Tengo que irme- le dije poniéndome de pie sin contestar el llamado
-Es él?
-Si, me tengo que ir
-Decile que te sentías mal y que te fuiste a tu casa- dijo levantándose y tomándome del brazo- tenemos que hablar, tengo que decirte muchas cosas, quiero que estemos juntos Lucila, no quiero volver a perderte, por favor...
-Ahora no Pablo, miles de veces me prometiste lo mismo y acá estamos. Si estás seguro de lo que decís...
-Nunca estuve tan seguro...- dijo vehementemente
-Entonces esperame ahora vos a mí....- dije y solté su mano de mi brazo.

Caminé sin mirar atrás y cuando estuve frente a Agustín le pedí que me llevara a mi casa urgente.

Camino a mi departamento en el auto no podía dejar de pensar en lo que había pasado. En lo que Pablo había dicho. Me sentía una estúpida creyendo que él podía cambiar, que tal vez ahora iba a ser diferente. Trataba de organizar sus frases y buscaba aunque sea, un pequeño indicio de verdad. Sabía que no iba a tardar en llamarlo, me conocía y me iba a tener que cortar las manos para no marcar su número dentro de las 24hs.

Mientras, Agustín hablaba y yo asentía con frases hechas, con la mirada perdida en la calle y las luces. Creo que ni siquiera me dí cuenta cuando frenó el auto, así de ensimismada estaba en el análisis de lo que había pasado y lo que iba a suceder.

Sólo reaccioné cuando sentí la mano de Agustín en mi nuca, tratando suavemente que lo mirara.

-Escuchaste lo que dije Lu?

Lo miré confundida tratando de adivinar en sus ojos lo que esperaba que le dijera

-Que te amo nena...eso te dije...